En los consultorios de Guayaquil, en los pasillos de los hospitales públicos de San Salvador, en las clínicas improvisadas de Chiapas, el calor ya no es solo un malestar: es una amenaza estructural.
La crisis climática en América Latina dejó de ser una advertencia futura para convertirse en un paciente más en la sala de espera, uno que se presenta disfrazado de dengue, golpe de calor, desplazamiento forzado y escasez de agua. Y como suele pasar en este continente, el paciente no tiene seguro médico.
Así lo advirtieron esta semana más de 50 organizaciones de salud pública de la región en una declaración urgente que se presentó como grito y diagnóstico. Lo llaman “posición común”, pero suena a pronóstico reservado: América Latina y el Caribe están pagando con la salud las facturas que dejaron las emisiones del norte industrializado.
“Necesitamos justicia climática ya”, dice un documento de conclusiones que será presentado este jueves 31 de julio en la Conferencia Regional sobre Clima y Salud.
La petición no es romántica ni retórica: los países ricos deben asumir su responsabilidad histórica, con financiamiento, tecnología, y compromisos reales de reducción de emisiones. Porque mientras el norte debate, el sur enferma.
Dengue: la fiebre de la desigualdad
Los números no mienten. Durante 2024, la región registró más de 12.6 millones de casos de dengue. No es solo una cifra epidemiológica; es un síntoma del colapso climático que ya desborda las estadísticas.
Las lluvias extremas, los cambios en los patrones de temperatura, la urbanización desordenada y la falta de servicios básicos han creado el caldo de cultivo perfecto para los mosquitos. Y para el abandono.
“Necesitamos justicia climática ya”, dice…