Alfredo Elías Ayub: un hombre admirable; su huella en el desarrollo nacional

REDACCIÓN

A principios de 2011, estando fuera de México, recibí una llamada para convocarme a una reunión con el presidente Felipe Calderón. Con algunos retos logísticos regresé y, en el encuentro, me invitó a encabezar la Secretaría de Energía. Era un reto formidable. Me sentía con una responsabilidad y gratitud aún mayores, tratándose de una dependencia que él había ocupado previamente.

Ahí me tocó coincidir y construir una amistad profunda con Alfredo Elías Ayub. Tuve la enorme fortuna de que, en esa amistad e interlocución, pudiera contar también con otro de los grandes ingenieros de México, Sergio Alcocer.

Naturalmente, yo ya lo ubicaba. Por su presencia y altura nunca pasaba desapercibido. Su trayectoria, además, era muy conocida y, más relevante aun, muy reconocida.

Era ingeniero civil de la Universidad Anáhuac, con Mención Honorífica, formando parte de la primera generación de egresados, y después estudió un MBA en Harvard Business School, donde también se graduó con distinción.

Fue instrumental para que muchos mexicanos tuvieran la misma oportunidad: inspiró con su ejemplo y abonó con su trabajo. Presidió el Consejo de Desarrollo de la Universidad Anáhuac y la Fundación México en Harvard.

Para Tito, la educación fue siempre un instrumento de trabajoLa combinación de sus saberes de ingeniería con sus conocimientos de administración cambió la geografía del país y la vida de millones de mexicanos. Es difícil dimensionar las grandes aportaciones de la ingeniería mexicana al desarrollo nacional. Muchas obras que hoy son centrales en nuestra matriz de generación eléctrica se dieron de forma muy reciente, y casi todas bajo su conducción o con su huella.

Si bien pasó por Aeropuertos y Servicios Auxiliares, el grueso de su trayectoria pública se dio entre la Secretaría de Energía y la Comisión Federal de Electricidad. Tres presidentes —Zedillo, Fox y Calderón— le confiaron el mismo importantísimo cargo. Pocas veces en nuestra historia alguien ha merecido una confianza así, y menos aun alguien la ha correspondido como él. Le tocó estar en un momento en que México cambió mucho; eso puso una presión enorme sobre la Comisión Federal de Electricidad (CFE). México cambia al ritmo que lo hace su sector eléctrico.

EL PAPEL DE ALFREDO ELÍAS AYUB EN LA AMENAZA HÍDRICA DEL RÍO GRIJALVA EN 2010

Ya antes de que trabajáramos juntos, el prestigio de Elías Ayub en el espacio público era enorme. La hazaña de Tito en el río Grijalva es el guion de una gran película de suspenso pendiente de filmarse. Corría el año 2010; tuvimos una de las temporadas de lluvias más severas de que entonces se tenía memoria en la región. El Grijalva es un río imponente: nace en las montañas de Chiapas, atraviesa grandes cañones y alimenta el sistema hidroeléctrico más grande y poderoso de México. Ahí la CFE tenía cuatro grandes presas. Para finales del verano estaban casi llenas y todavía faltaban las lluvias de septiembre y octubre. Los operadores no dormían y los gobernadores estatales pedían apoyo y respuesta. El riesgo de una catástrofe era inminente. El diagnóstico de los mejores ingenieros era que la solución pasaba por desfogar las presas, y así se le planteó al Presidente, que con valentía escogió hacer lo correcto a pesar de las presiones políticas y críticas mediáticas. Cada minuto importaba; cada decisión, literalmente, cambiaba el desenlace posible. Cuando el Grijalva amaneció convertido en un gigante indomable, México tuvo la fortuna de que al frente del sistema eléctrico estuviera Alfredo Elías Ayub.

Alfredo tenía, además, la ventaja de conocer bien el Grijalva. Ya en 2007, una ladera completa cayó sobre el río, formando un tapón gigantesco en la zona de Juan de Grijalva. Tito encabezó, desde la CFE, una operación que le devolvió su cauce: se estabilizó el talud, se construyó un canal de desfogue de varios cientos de metros y se manejó el embalse temporal para evitar una inundación catastrófica aguas abajo. Fue una carrera contra el tiempo que la ingeniería mexicana ganó.

Uno de los retos más difíciles en el mundo corporativo es lograr una adecuada integración tras una fusión. Cuando se extinguió Luz y Fuerza del Centro en octubre de 2009, el reto de integración fue de gran complejidad: unificar redes, equipos y sistemas sin detener un solo segundo el suministro eléctrico en la zona más compleja del país. Fue una transición quirúrgica, que exigió precisión, disciplina operativa y un liderazgo capaz de rearmar un sistema completo mientras seguía funcionando. Todo eso sin que nadie se perdiera, por fallas en el abasto de luz, ni un solo segundo del triunfo de la Selección Mexicana por 4 goles a 1 sobre El Salvador.

Es casi inconcebible pensar que, durante muchos años, buena parte de la luz que encendía al país pasaba por la conducción de Alfredo. En su dimensión más humana, la diferencia entre ser pobre y dejar de serlo es, muchas veces, tener acceso a electricidad. Cuando una familia tiene acceso a la electricidad, cambian las horas del día que puede aprovechar; mejora dramáticamente la productividad en el hogar; la calidad de vida aumenta al reducirse la exposición al humo de leña; se pueden refrigerar los alimentos; se abren ventanas de comunicación, desde la radio hasta el internet; y mejora el acceso a la información y a oportunidades.

ALFREDO ELÍAS AYUB LOGRÓ QUE 30 MILLONES DE PERSONAS TUVIERON ELECTRICIDAD

Desde que Alfredo llegó al sector energético hasta que lo dejó, del orden de 30 millones de personas adicionales tuvieron electricidad en su vivienda. Eso implica la electrificación de alrededor de 13 millones de viviendas, casi el doble de las que contaban con luz al inicio de ese periodo. La electrificación residencial prácticamente se universalizó: hacia 2010, cerca de 98% de las viviendas habitadas en México tenía acceso a la red eléctrica. Cuando Alfredo dejó la CFE, prácticamente todas las localidades de más de 500 habitantes estaban electrificadas; entre las localidades más pequeñas, de menos de 100 habitantes, quedaba todavía un rezago cercano a una cuarta parte, pero la brecha se había reducido de manera histórica.

El contenido energético de las exportaciones mexicanas es mayor que su contenido laboral: buena parte de lo que México vende al mundo descansa en energía abundante y confiable. Sin la gestión de Alfredo y las bases que dejó sembradas, México no sería la potencia exportadora que es hoy. La mayor parte de la matriz con la que el país sigue generando electricidad se definió entre mediados de los años ochenta y 2011. En esos años se construyó el corazón hidroeléctrico moderno: Aguamilpa, Zimapán, El Cajón y La Yesca, que hoy lleva, con toda justicia, el nombre de Alfredo. Se dio la primera gran ola de centrales de ciclo combinado: Tamazunchale, Altamira, Tuxpan y Río Bravo, entre otras. Junto con Jaime González Aguadé, entonces subsecretario de Electricidad, y apoyados en la gran intuición de Armando Garza, se concibió buena parte de la red troncal de gasoductos modernos. En conjunto, esas decisiones explican del orden de dos terceras partes de la capacidad eléctrica y de la infraestructura de gasoductos que hoy sostiene al sistema.

TITO VIVIÓ LO QUE PREDICÓSIEMPRE HABÍA QUE HACER LO CORRECTO

Dos programas adicionales del gobierno del presidente Calderón me tocó trabajarlos con Alfredo Elías Ayub y Juan Manuel Carreras: Luz Sustentable y Cambia tu viejo por uno nuevo (este último bautizado por el presidente Calderón y que siempre sacaba una sonrisa). El primero fue la mayor cruzada de eficiencia energética del país: sustituyó decenas de millones de focos incandescentes por lámparas ahorradoras y llevó tecnología moderna a los hogares que más lo necesitaban, ayudando al ambiente y a la economía familiar. En su oportunidad se llevó el récord Guinness por su escala. El segundo, en la misma veta, logró que muchas familias dejarán atrás aparatos que devoraban electricidad para acceder a refrigeradores y aires acondicionados nuevos, dignos, eficientes, sostenibles y accesibles.

Tito vivió lo que predicósiempre había que hacer lo correcto. Vivir así exigía valor y coraje. Le habría gustado saber que su vida inspiró a muchos a nunca hacer nada que comprometiera principios, convicciones y valores. Difícil encontrar una agenda más importante y más estimulante. Sin embargo, cada vez que nos encontrábamos —muchas veces con Arturo, su hermano, que siempre lo ponía de buen humor—, después del espacio profesional que compartíamos, su tema y su pasión era su familia. Se debía a Begoña y a sus hijos. Su agenda era la de ellos y la de buscar que lo que era bueno para ellos estuviera al alcance de muchos. Son millones los que, sin saberlo, estuvieron en contacto con el trabajo de Alfredo Elías Ayub, y son miles los que tuvieron la oportunidad de tratarlo. Para ellos, y para mí, haber tenido esa fortuna no fue sólo un privilegio: fue un regalo de vida.

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